La entrada de hoy queremos centrarla en el gran regalo que es Navidad, evento que, año tras año nos visita y que, difícilmente nos deja indiferente. Tras todo el ajetreo de un mundo cada vez más exigente e inmediato, digitalmente volátil, pareciera que nos perdemos y nos cuesta más encontrarnos con lo esencial, lo sencillo, aquello que nos hace más humanos. Una suerte de contradicción vital nos aqueja siempre en estas fechas. Por un lado la premura de querer cumplir con nuestros compromisos laborales y familiares de la mejor manera posible, cerrar ese año que se nos va, y por otra parte, el anhelo por esperar que aquella paz prometida al hombre por Dios hace más de 2000 años se haga presente en nuestros hogares, que nos visite y se quede siempre.
Tras todo el consumo desordenado, hay siempre un anhelo humano por buscar esa paz, que no es la del mundo, contrario a lo que nos quieren hacer creer, tras tanta propaganda que nos bombardea en estas fechas. Es la paz que nos da la esperanza que hay algo más que cosas, o mejor dicho, es la paz que solamente una persona puede darnos. La Navidad es así un evento realmente singular y universal. Singular, porque ocurrió en un momento histórico preciso, Jesús nació en Belén. Pero también es singular, porque acontece cada año donde una persona con corazón humilde y esperanza en Él está ávido de recibirlo. También es universal, porque aconteció y sigue aconteciendo en todo el mundo y época, no tiene fronteras geográficas ni culturales, ni económicas, ni sociales. En este cruce entre singular y universal, estamos llamados nosotros una vez más, a no solamente recibir el nacimiento de Jesús, el del Salvador del mundo, sino también debemos saber llevarlo a los demás, no guardarlo en la comodidad de nuestro hogar o comunidades, sino experimentar su alegría con otros, con los que no creen, con los más pobres, porque Dios vino al mundo para darse, para ser anunciado, “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación” (Mc 16, 15). Cerramos esta pequeña reflexión con el Himno de Laudes para Navidad, palabras que de manera sencilla encierran el maravilloso misterio de la Navidad, alegría para el mundo entero, novedad siempre alegre que no pasa de moda y que gratuitamente se nos ha dado y sigue donándose todos los años, como una fuente inagotable de vida, esa es la esperanza con sentido que nos alegra.
Hoy grande gozo en el cielo
todos tienen,
porque en un barrio del suelo
nace Dios.
¡Qué gran gozo y alegría
tengo yo!
Mas no nace solamente
en Belén,
nace donde hay un caliente
corazón.
¡Qué gran gozo y alegría
tengo yo!
Nace en mí, nace en cualquiera
si hay amor;
nace donde hay verdadera
comprensión.
¡Qué gran gozo y alegría
tiene Dios! Amén.
+ pax et bonum