LA VIRGEN DEL AMPARO

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Este 15 de diciembre será diferente, pero con mucha esperanza de volver a escuchar los tañidos tradicionales de campana de la capilla de Matao, llamando a sus fieles a la celebración del día de su patrona, la Virgen del Amparo. Al respecto recordaremos una entrevista de Patrimonios Religiosos de Quinchao, a Bernardita Legue Legue, el año 2007, vecina de Matao, cooperadora en todas las actividades de iglesia y comunitaria, fallecida hace algunos años.

La Virgen del Amparo y su acción milagrosa.

“Esta fiesta es una tradición de años, de los antiguos. Y hasta hoy la gente nueva la sigue haciendo, porque Nuestra Señora del Amparo, dicen, nos protege de cualquier desgracia que puede pasar. Y es milagrosa. Lo puedo asegurar. Fíjese que yo estaba tan grave, tan grave de mi columna que aquí en Chile no me recuperaba. Y, mas, tenían que operarme en Valdivia y la operación me salía carísima. Por eso me mando a buscar una hermana que tengo en Rio Gallegos, en la Argentina. Y allá me acogí a su previsión y a su hospital. Pero no fue necesario operarme. Allá me mejore. La Virgen me protegió. Soñé con ella. Soñé que la sacaba de la iglesia a Nuestra Señora del Amparo y la llevaba en brazos, caminando por el mar, hacia Achao, a la fiesta de Año Nuevo. Y al otro día que tuve el sueño, amanecí bien. Con eso me sane. Eso fue en la Argentina, lejísimo, en Rio Gallegos, de eso hace unos doce años. Y fíjense que la virgen tiene bastante peso; no la puede levantar una persona sola. Y yo la encontraba livianita; no pesaba nada para llevarla por el mar. Y cuando vine a despertar, fíjense que estaba sana y buena. Mi columna ya no me dolía para sentarme, no me dolía para pararme, nada. Ella, Nuestra Señora del Amparo llegó hasta allá, tanto poder tiene, y yo le tengo una fe enorme y desde que nací, acá, siempre que he podido he ido a acompañarla. Entonces yo me fui llorando. Llevé solo ropa delgada de verano; estuve allá siete meses y volví sana y con dos maletas. ¡Que milagros hace Nuestra Señora del Amparo!”.

 

Por: Néstor Guichapani

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