LA NEBLINA DE LA INSEGURIDAD: UNA REALIDAD PRESENTE

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Hay épocas de decadencia en las que se desvanece la forma de vida profunda que en cada uno de nosotros está dibujada de antemano. Cuando perdemos sus huellas, vacilamos y nos tambaleamos como seres a quienes falta el sentido del equilibrio. Entonces pasamos de las oscuras alegrías a los oscuros dolores. Y la conciencia de una infinita pérdida hace que el pasado y el porvenir se nos aparezcan llenos de atractivos, y mientras el instante huye para no volver más, nos balanceamos en épocas remotas o en fantásticas utopías” (Ernst Jünger, Sobre los acantilados de mármol)

Hace ya bastante tiempo que se percibe un cambio en el archipiélago de Chiloé, lo podemos percatar en una suerte de aceleración en los ritmos de vida y en un constante movimiento de nuevos habitantes que de manera gradual ha ido arribando a estas latitudes. Hemos dedicado otras columnas a reflexionar sobre la incidencia de tal tipo de cambio en la identidad de este accidentado territorio. Mas, hoy no podemos dejar de dedicar algunas líneas al tema de la inseguridad que experimentamos con vertiginoso crecimiento en Chiloé como complemento a lo antes analizado. Los asaltos con violencia junto con el narcotráfico han pasado a ser un tema no tan excepcional en la prensa y las redes sociales en general. Si a ello sumamos los constantes problemas de alcoholismo y violencia intrafamiliar, tenemos evidencia de un tejido social dañado que no da síntomas de mejoría en el corto plazo.

Vista panorámica de Achao, Chiloé. La neblina de la inseguridad también ha llegado a este idílico rincón de Chile.

Lo anterior es una breve síntesis panorámica para conectarlo con un tema de mayor espectro, pero que está estrechamente vinculado. El trágico asesinato de los tres carabineros ocurrido hace algunos días en Cañete ha generado, más allá de lo típico que registran los medios oficiales, una sensación de abatimiento y desconsuelo en el ciudadanos común y corriente. Es el silencioso aceptar que Chile no es ya el mismo de antaño. En ese silencioso aceptar, está el reconocimiento doloroso de que estamos transitando por una nueva etapa que probablemente llevamos años implícitamente escuchando a través de matinales y noticias que cansinamente de tanto repetir “lo mismo” nos han provocado el efecto contrario. En vez de despertarnos nos han adormecido en la monotonía de una silenciosa descomposición de nuestra identidad como país. Baste, como ejemplo, preguntarnos si en los últimos 20 o 30 años hemos logrado percibir programas de gobierno (nacionales, regionales y comunales) que logren dar un rumbo claro como nación. Los casos cada vez más comunes de corrupción son la respuesta a ello, independiente del “color” político, es algo transversal: cosechamos lo sembrado. Dondequiera que miremos, la sospecha y la desconfianza se ciernen como un criterio que aunque no sepamos describirlo, sabemos que ahí está.

Ernst Jünger (1895-1998), escritor y pensador alemán. De entre sus innumerables escritos fue autor de “Los acantilados de mármol”, donde la trama gira en torno a cómo el mal, personificado en el siniestro guardabosques, transforma la realidad completa de una pequeña comarca y sus alrededores junto con la vida de sus habitantes.

Todo lo anterior nos debe hacer tomar conciencia con valentía y altura de miras que Chiloé no es un lugar mágico aislado de estos mismos problemas que de manera más lenta, pero no por ello inexistente, asolan a nuestros barrios y comunas. Los recuerdos de bicicletas dejadas en la plaza, vehículos con ventanas a medio abrir serán solamente eso, recuerdos. Debemos tener el coraje, si queremos conseguir al menos legar un futuro mejor a los más jóvenes, de reconocer que ya no es tan importante aferrarse a un pasado idílico, sino más bien debemos cuidar el presente para así soñar con un futuro posible, y quizás de desde allí, las nuevas generaciones, cuando sean adultos, nos recordarán con alegría y agradecimiento.

Hace algunos días, aquí en Achao, con motivo de conmemorar la muerte de los carabineros en servicio, la sirena no sonó, mas sí lo hicieron los carros de bomberos. Mas, en la periferia de Achao, en los sectores rurales, solamente logramos ver a lo lejos sus luces, pero no escuchamos nada: quizás un signo de cómo estamos o tan solo el sueño donde los contornos se desdibujan.

Que María Santísima en su advocación de Virgen del Carmen como Patrona de Chile nos mantenga firmes en la fe ante la adversidad, que interceda por nuestros barrios, familias y también de modo especial por quienes aún se esmeran en cuidar de nosotros todos los días como fuerzas de orden público.

+ pax et bonum

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