LECTURA INVERNAL

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Para el día de hoy dedicaremos nuestra entrada a comentar un libro. Con la llegada de las vacaciones de invierno, el clima nos invita a descansar, a refugiarnos evitando fríos y lluvias. Nada mejor que un amigo para acompañarnos, como puede ser la lectura de un buen libro. Dado que las vacaciones invernales no son tan extensas como quisiéramos, el tiempo para una lectura prolongada suele ser más difícil. Por ello recomendamos en esta ocasión, la novela corta La línea de sombra (1917) del escritor británico Joseph Conrad. Aunque originario de la localidad de Berdichev (antiguo Imperio Ruso, hoy Ucrania), Conrad fue hijo de padres polacos y ya niño experimentó momentos difíciles como la muerte de su madre, cuando esta falleció de tuberculosis al acompañar a su marido al exilio en el norte de Rusia, por haber participado en una insurrección contra el Imperio Ruso. Su padre tuvo que hacerse cargo de la familia realizando traducciones de obras clásicas. Esto permitió al joven Conrad entrar en contacto con la literatura. Más tarde su padre también muere de tuberculosis, quedando bajo la tutela de un familiar, asistiendo a la escuela en Polonia y Suiza. Pero será en 1874 cuando inicie una de las etapas más importantes en su vida, al iniciar su vida como marino, cuando decide ir a Marsella con el fin de entrar en el servicio de la marina mercante.

Joseph Conrad (1857-1924)

Es precisamente esta experiencia en los mares la que marca todo el trasfondo de los relatos de Conrad. Esta rica experiencia logró conjugarse con otros elementos para dar origen a su particular estilo y obra, tales como: su conocimiento de varios clásicos de la literatura universal, en particular de la inglesa, más el contexto histórico, esto es, la época de oro del Imperio Británico.

Ciertamente La línea de sombra (LS) no es uno de los relatos más conocidos, quedando eclipsada por el clásico El corazón de las tinieblas. Aún así, queremos destacar brevemente los elementos centrales que articulan esta novela corta. Tomando una serie de elementos náuticos, Conrad nos introduce en un relato sobre la vida del hombre en general. No se trata de una historia sobre el mar para un público de marinos. La historia es una gran metáfora donde podemos vernos reflejados nosotros mismos en un momento concreto de nuestra vida, el paso de la juventud a nuestra vida de adultos.

Sí, caminamos, y el tiempo también camina, hasta que, de pronto, vemos ante nosotros una línea de sombra advirtiéndonos que también habrá que dejar atrás de nosotros la región de nuestra primera juventud” (LS). Podríamos identificar en esta breve, pero profunda descripción, ese umbral que todos hemos cruzado o para los más jóvenes, pronto a realizar. Un cambio de rumbo provocado por la singular conjunción entre nuestro propio querer y las circunstancias del mundo. Sin duda que es un momento importante, pero a la vez tan breve, que se nos escapa y no solemos identificar con facilidad. La maestría de Conrad consiste en haber extendido ese momento en un espacio suficiente para experimentarlo a través de un relato.

Sin la menor razón que poder aducir sensatamente, tiré mi empleo por la borda, abandoné el barco donde venía prestando servicios, barco del que lo peor que podía decirse es que era de vapor y, quizás, por lo tanto, sin derecho a esa ciega fidelidad que…Pero, después de todo, ¿a qué tratar de paliar un acto que yo mismo sospeché ya en aquel momento obedecía sólo a un simple capricho?” (LS).

Adelaide, uno de los barcos en los que navegó Conrad

Este es el período, tal cual lo deja entrever el pasaje citado, en donde un impulso ciego, nos mueve a ir más adentro en el mar de la vida. Esa estabilidad alcanzada en nuestra primera juventud es cuestionada desde aspectos tan tenues como una simple falta de novedad y que nos induce a experimentar la necesidad de cambiar de rumbo. “Este es el período de la vida en que suelen sobrevenir aquellos momentos de que hablaba. ¿Cuáles? ¡Cuáles van a ser!: esos momentos del hastío, de cansancio, de descontento; momentos de irreflexión. Es decir, esos momentos en que los aún mozos propenden a cometer actos irreflexivos, tales como el matrimonio improvisado o el abandono de un empleo, sin razón alguna para ello” (LS).

Portada de una de las tantas ediciones de “La línea de sombra”

Así, somos testigos en esta historia, en cómo el personaje principal abandona su servicio en un barco mercante, donde un prometedor futuro le estaba asegurado como segundo a bordo. El vago deseo de volver a su tierra lo deja varado en un “puerto de oriente”. La vaguedad como Conrad describe el lugar, es el ambiente idóneo para comprender el sentido metafórico de todo el relato como indicamos más arriba. Allí, a la espera del próximo barco rumbo a Europa, nuestro personaje, decide hospedar en un pequeño hotel, varado entre su primera juventud y el futuro incierto, intentando lidiar con ese impulso que lo ha dejado en un lugar desconocido. Es precisamente aquí, donde comienza a desenvolverse la historia que da sentido al relato, pues a partir de situaciones y personas totalmente desconocidas, nuestro personaje se verá inmerso nuevamente en el mar, ahora como capitán de un navío, en una aventura que marcará un cambio en su vida, esto es, el inicio de su adultez. Los elementos fortuitos y misteriosos del viaje, rayan en lo sobrenatural, otorgando a la historia misterio, suspenso, tensión y una cuota de tragedia. Pero, como el mismo Conrad aclara en su prólogo, no es una historia sobre elementos sobrenaturales, sino sobre cómo la vida misma se nos presenta. Quizás sea este aspecto tan paradójico que sobrepasa al autor mismo, el que nos lleva a valorar este relato. ¿No es acaso la vida misma un misterio? ¿No nos hemos visto enfrentados infinidad de veces con situaciones y personas que, aun cuando las intentemos comprender desde lo cotidiano, siempre dejan un aura de sobrenaturalidad? Lo sobrenatural no es un elemento ajeno a la vida, es parte de ella misma, aunque nos resulte difícil comprenderlo y aceptarlo, como atestigua el mismo Conrad: “El mundo de los vivos encierra ya por sí solo bastantes maravillas y misterios; maravillas y misterios que obran por modo tan inexplicable sobre nuestras emociones y nuestra inteligencia, que ello bastaría casi a justificar que pueda concebirse la vida como un sortilegio” (LS).

No es nuestro deseo hacer un resumen de esta novela, ni tampoco contar su desenlace, sino simplemente invitarlos a su lectura. En este hermoso archipiélago, donde tantas historias de mar nos rodean, es bueno refugiarnos en una lectura que nos invite a reflexionar, a meditar en estos días invernales sobre nuestro recorrido biográfico. “La línea de la sombra” es un relato que nos nos dejará indiferente, pues todos estamos llamados a cruzar ese delgado umbral, esa delgada línea, donde nuestra vida ha cambiado de rumbo.

Para quienes se animen a leerlo, pueden encontrar aquí gratis una versión digital. Y también, para quienes deseen difrutarlo en formato audiolibro.

Que San Pedro, primer pescador de hombres al servicio de Cristo, interceda por nosotros para que sepamos encontrar en estos días no solamente descanso, sino sacarnos del mar del mundo para reencontrarnos con el Señor.

+ pax et bonum

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