Leer en familia

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Ekwall Knut, The Reading Lesson, s. XIX

Dedicaremos la entrada de hoy para abordar un tema relacionado con la familia. Hoy, cada vez es más evidente que la familia sufre una crisis, la cual tiene varias décadas de gestación. Probablemente el signo más obvio está en el poco tiempo que dedicamos a estar con nuestro núcleo familiar. Los ritmos actuales de trabajo sumado a un ocio individual y adictivo va impidiendo espacios de auténtico encuentro familiar. Espacios obvios como comer en familia tampoco han quedado inmunes a este problema, dada a la tendencia por usar celulares en todo momento para seguir siempre conectados con el mundo. ¿Pero qué ocurre que a quienes más cerca tenemos no logramos conectarnos? Esta paradoja es un poblema grave y requiere una solución concreta por lo que hay en juego: la vida espiritual de nuestras familias.

La respuesta parte por distinguir: estar con la familia no es lo mismo que compartir con ella. Lo primero es un asunto puramente espacial, lo cual es lo que ya acontece. Nos sentamos en algún momento del día en torno al mismo espacio a comer (desayuno, almuerzo, once, cena), dormimos bajo el mismo techo la mayoría de las veces y otras situaciones similares. Pero qué hay de común en todas ellas, esto es, ¿nos escuchamos en dichas actividades? ¿sabemos realmente lo que nos pasa? De aquí que debiéramos plantearnos la siguiente interrogante: ¿qué nos ayuda como familia a compartir más?

Sin duda que salir a comer fuera de casa, ir al cine o visitar un lugar turístico pueden ser instancias reales que nos unan más, como solemos hacer en las vacaciones con mayor énfasis. Pero qué ocurre el resto del año. No siempre disponemos de los recursos económicos para realizarlo o el mismo tiempo resulta escaso para ello, sumado a que si no se realiza con cierta frecuencia, no pasa de ser una excepción. Una instancia simple, pero efectiva, está en la lectura familiar.

La imagen de una familia reunida junto a una chimenea, en torno a un adulto, padre, madre o abuelos, puede resultar un tanto anacrónica para el siglo XXI. Pero hoy, con el uso masivo de internet y de la tecnología móvil, no requerimos prácticamente nada para compartir en familia, salvo el querer hacerlo. Miles de libros están hoy disponibles sin derecho de autor al alcance de un toque de nuestros dedos. La lectura congrega, pues nos obliga a desconectarnos del mundanal ruido, a detenernos un momento, nos permite no solamente escuchar lo que alguien lee, sino también escucharnos, ya que probablemente una lectura bien atendida generará preguntas y una sana conversación en torno a ella, donde cada uno aportará con un punto de vista.

Pero también es cierto que cada vez las personas leen menos y comprenden menos. Una posible ayuda está en ir de menos a más. Nadie espera que no existiendo este hábito de lectura familiar, podamos comenzar a leernos relatos largos y complejos. Lo importante no es cuánto tiempo leemos, sino la calidad de lo realizado, esto es, compartir en familia. Por ejemplo, leer las fábulas de Esopo, algunos pasajes bíblicos como las parábolas o los proverbios, algún cuento corto de Tolstoi pueden ser un punto de partida, lo importante es comenzar, ir generando un espacio familiar que antes no estaba. Donde antes no nos deteníamos a estar con los demás ahora sí es posible. Si a eso le sumamos una bebida caliente con algún bocado, de seguro que la familia tendrá un panorama atractivo y sencillo para reunirse, donde el silencio será el telón de fondo para volver a escucharse.

Esperamos a futuro dedicar algunas publicaciones a comentar libros con el fin de promover el tema de la lectura familiar. En la misma línea y para concluir, sugerimos a modo de invitación, leer el cuento de León Tolstoi: ¿Cuánta tierra necesita un hombre? También pueden disfrutarlo en su versión audiolibro.

Que María Santísima junto a su casto esposo San José, nos permitan, por su intercesión ante Jesús, suscitar en nuestros corazones el auténtico cuidado por nuestra familia, imitándolos a ellos como modelo de perfección familiar: Sagrada Familia, ruega por nosotros.

+ paz et bonum

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